Por: Ricardo Pineda/Fotografías: Patricio Martínez
A lo largo de su historia, el festival MUTEK MX ha podido construir una identidad y tradición que lo distingue tanto a nivel local frente a otras celebraciones musicales, como dentro del listado de ediciones de la marca en otras partes del Mundo. La noche fría en la explanada del Museo Anahuacalli, al sur de la Ciudad de México, es quizás la más esperada y una de las más entrañables por el público recurrente por su carácter íntimo, exploratorio y espacial.
Esta jornada, que fue posible gracias a una organización en línea con la vanguardia, innovación e inspiración conjunta de MUTEK MX con la fortaleza de su aliado estratégico Defender, abrió la puerta principal a la región más icónica del Festival.
Ese mismo espacio, con toda su historia enraizada en la identidad mexicana, pensado en un principio como un templo-hogar, ha sido el mismo lienzo sobre el cual artistas como GAS, William Basinksi o la italiana Caterina Barbieri han logrado congelar el tiempo, siendo el acto de esta última uno de los puntos más álgidos del A/Visions 2.
En el contexto de la participación histórica de las mujeres en la música electrónica, la visita de Barbieri a Mutek en noviembre de 2022 tiende a su vez un puente de congruencia y seguimiento, con la noche del pasado jueves 17 de octubre de este año con Bendik Giske & Diego Vega Solorza, David August y MFO y Suzanne Ciani.
Contrario a la jerarquización usual de sus carteles, donde los talentos de mayor trayectoria o peso mediático cierran la noche, esta vez la composición A/Visions 2 lució más arriesgada y diversa, tanto en los estilos como en la ponderación de los talentos.
Bajo una de las lunas más imponentes que haya tenido la Ciudad de México, la mística explanada del museo Anahuacalli -que en esta edición contó con un área exclusiva de Defender, que brindó uno una mejor vista a sus invitados- fue suavizando el caos aledaño, acogiendo el ambiente festivo de una casa llena y dispuesta a no perderse a quien para la mayoría fue el acto principal de la noche, la abridora y esperada Suzzane Ciani.
En punto de las 20:30 Horas, empotrada en su estación clásica de síntesis modular, Ciani llevó sus ya clásicas modulaciones, frecuencias, oscilaciones y la fisicalidad del sonido hacia melodías y pasajes de ensueño, a veces reminiscentes a los planetas exteriores, a las exploraciones progresivas y a los bajos rugosos y profundos en contrapunto, echando un típico guiño al New Age del siglo pasado.
Inquietante y vigorizante, Suzanne Ciani se mostró siempre inmersa en su mar electrónico, en aquello que ella llama “olas infinitas” para eclosionar sobre composiciones espontáneas abundantes de un sentido hipnótico. Atención absoluta en el Anahuacalli, en donde la evocación ceremonial del recinto detonó un bello contraste con la mecánica poderosa de la compositora estadounidense de 78 años. Set corto y contundente, silencio y frío acogedores. Y luego, la entrega total.
Algunos no lo sabían todavía, pero lo mejor de la noche había ocurrido, tan fugaz y eterna como una tormenta en medio de la noche, en donde Ciani volvió a cumplir con la tradición de detener el tiempo y llevarnos de ida y vuelto por un vórtice sensorial como sólo aquellas sensibilidades y oficiosas del sonido saben hacer.
Para el segundo acto la sensación de calidez del primero, en contraste con la temperatura que iba a menos, la circularidad minimal del saxofonista noruego Bendik Giske fue tejiendo de a poco la atención del público, a golpe de loop metálico que divaga entre un patrón elíptico, con llamados discretos a un jazz atomizado y fragmentado, el cual nos recordó lo facturado por contemporáneos suyos como el inglés Alabaster DePlume o el estadounidense Colin Stetson, con quien Giske ya ha colaborado.
La expansión cobriza de Bendik Giske, acompañada de un juego de luces y un soporte corpóreo a cargo del aclamado bailarín y coreógrafo sinaloense Diego Vega Solorza, añadió el toque de modernidad de la noche, la cual esperaba por su cerrojo de peso, a cargo del alemán David August, quien se presentó con el complemento visual de MFO.
Cinemático y fiel a la cultura club, apegado a los beats rotos, el vértigo y las narrativas oblicuas de la década pasada, el trabajo de August fue empujando la noche de forma oportuna, atendiendo al diálogo con el recinto y dejando que la disolución temprana de la noche llegara casi por gravedad, para otorgar la estafeta a las jornadas de largo aliento y baile de MUTEK MX al centro de la ciudad.
De cara a la parte final y más esperada del Festival, la programación de A/Visions 2 sigue siendo el regalo de los paisajes, las posibilidades infinitas y los naufragios insondables de la creatividad humana, ahí en donde la calidad y el calibre de un evento como MUTEK se reflejan en el nivel impecable de su producción, así como en el prestigio de sus aliados, siendo Defender el más sólido en esta edición de aniversario.
Tras la edición de aniversario vivida, resta prender una vela efímera y eterna, para que ese medio de semana traído año con año por MUTEK MX en el Museo Anahuacalli siga sucediendo y respirando año con año. Larga vida al MUTEX MX.